El Último Enemigo
Detrás de un gran misterio siempre hay una gran revelación. Esta parecería ser una frase de esas que vienen en los calendarios o las que se utilizan como enriquecimiento de textos literarios. Sin embargo, para nosotros los creyentes, es una frase que sintetiza el evangelio.
Y lo hace hasta cuando nos enfrentamos al más grande misterio de todos los misterios humanos: la muerte. Estoy fielmente convencido con certeza total que, detrás de la muerte física, hay una enorme revelación espiritual. Sólo que nadie tiene prisa para verla, y está bueno que así sea.
En el marco de la triste despedida física a un amado hermano en el Señor que partió a su Presencia, ese fue uno de los temas de conversación casi obligada. Y una vez más, la vieja enseñanza que nos asegura que para Dios la muerte física no existe, volvió a estar presente y encaramarse en la cumbre de las verdades.
Y la otra fue la de los saludos casi formales o informales entre hermanos que hace mucho o poco que no se ven. "¿Como estás?", es la pregunta obligada. Y los que hemos caminado por algunos años esta vida sabemos que, cuando un creyente maduro pregunta ¿Como estás?, se está refiriendo a lo espiritual.
¿Por qué? Porque de lo físico y lo terrenal no se preocupa ni preocupará mucho más de lo necesario, y porque para un creyente lo espiritual es lo básico y prioritario. Imaginate: ¿Que supones que hubiera respondido Jesús, en lo físico y terrenal, si alguien le hubiera preguntado como estaba en el momento en que colgaba en la cruz? Ahí lo tienes.
Por eso es que no es importante el zarandeo al que eres sometido, sino tu reacción ante él. Cuando Pedro fue zarandeado, él falló miserablemente, pero no en su fe. Ya sé que tú piensas como puede ser eso si ese hombre lo negó tres veces, pero mira esto.
Si Pedro hubiera fallado, entonces la oración de Jesús hubiese sido en vano. Yo sé que la fe de Pedro no falló porque, en el momento en que él maldijo y parecía que el Señor había perdido a su amigo y discípulo ungido, Pedro miró a Jesús a los ojos, y literalmente "se derritió".
Esto nos enseña. Podemos fallar. Podemos vernos sacudidos por las inclemencias de las crisis y no saber que hacer. Pero también sabemos que, cuando confiamos en quien debemos confiar, el final será siempre en victoria.
¿Como estás? Dime que muy bien y te creeré, pero continúa viviendo de tal modo que tu testimonio personal sea testigo fiel de lo que has dicho. Sólo así habrás vencido a lo trascendente. Sólo así habrás vencido al último enemigo.
Y lo hace hasta cuando nos enfrentamos al más grande misterio de todos los misterios humanos: la muerte. Estoy fielmente convencido con certeza total que, detrás de la muerte física, hay una enorme revelación espiritual. Sólo que nadie tiene prisa para verla, y está bueno que así sea.
En el marco de la triste despedida física a un amado hermano en el Señor que partió a su Presencia, ese fue uno de los temas de conversación casi obligada. Y una vez más, la vieja enseñanza que nos asegura que para Dios la muerte física no existe, volvió a estar presente y encaramarse en la cumbre de las verdades.
Y la otra fue la de los saludos casi formales o informales entre hermanos que hace mucho o poco que no se ven. "¿Como estás?", es la pregunta obligada. Y los que hemos caminado por algunos años esta vida sabemos que, cuando un creyente maduro pregunta ¿Como estás?, se está refiriendo a lo espiritual.
¿Por qué? Porque de lo físico y lo terrenal no se preocupa ni preocupará mucho más de lo necesario, y porque para un creyente lo espiritual es lo básico y prioritario. Imaginate: ¿Que supones que hubiera respondido Jesús, en lo físico y terrenal, si alguien le hubiera preguntado como estaba en el momento en que colgaba en la cruz? Ahí lo tienes.
Por eso es que no es importante el zarandeo al que eres sometido, sino tu reacción ante él. Cuando Pedro fue zarandeado, él falló miserablemente, pero no en su fe. Ya sé que tú piensas como puede ser eso si ese hombre lo negó tres veces, pero mira esto.
Si Pedro hubiera fallado, entonces la oración de Jesús hubiese sido en vano. Yo sé que la fe de Pedro no falló porque, en el momento en que él maldijo y parecía que el Señor había perdido a su amigo y discípulo ungido, Pedro miró a Jesús a los ojos, y literalmente "se derritió".
Esto nos enseña. Podemos fallar. Podemos vernos sacudidos por las inclemencias de las crisis y no saber que hacer. Pero también sabemos que, cuando confiamos en quien debemos confiar, el final será siempre en victoria.
¿Como estás? Dime que muy bien y te creeré, pero continúa viviendo de tal modo que tu testimonio personal sea testigo fiel de lo que has dicho. Sólo así habrás vencido a lo trascendente. Sólo así habrás vencido al último enemigo.